domingo, 28 de octubre de 2018

FESTIVIDAD DE CRISTO REY
Domini Nostri Jesu Christi Regis


ACTUS CONSECRATIÓNIS HUMÁNI GÉNERIS AD SACRATÍSSIMI CORDIS JESU


Jesu Dulcíssime, Redémptor humáni géneris, réspice nos ad Altáre (Extra ecclesiam vel oratorium, dicitur_: ante Conspéctum) Tuum humíllime provolútos. Tui sumus, Tui esse vólumus; quo autem Tibi conjúncti fírmius esse possímus, en hódie Sacratíssimo Cordi Tuo se quisque nostrum sponte dédicat. Te quidem multi novére nunquam; Te, spretis Mandátis Tuis, multi repudiárunt. Miserére utrorúmque, Benigníssime Jesu, atque ad Sanctum Cor Tuum rape univérsos.
 
Rex esto, Dómine, nec fidélium tantum qui nullo témpore discessére a Te, sed etiam prodigórum filiórum qui te reliquérunt: fac hos, ut domum patérnam cito répetant, ne miséria et fame péreant.

Rex esto eórum, quos aut opiniónum error decéptos habet, aut discórdia separátos, eósque ad portum Veritátis atque ad unitátem fídei révoca, ut brevi fiat unum ovíle et unus Pastor.

Rex esto, eórum ómnium, qui in ténebris idololatríæ aut islamísmi adhuc versántur, eósque in lumen regnúmque tuum vindicáre ne rénuas.
 
Réspice dénique misericórdiæ óculis illíus gentis fílios, quæ támdiu pópulus eléctus fuit: et Sanguis, qui olim super eos invocátus est, nunc in illos quoque redemptiónis vitǽque lavácrum descéndat.
 
Largíre, Dómine, Eccléssiæ Tuæ secúram cum incolumitáte libertátem; largíre cunctis géntibus tranquillitátem órdinis; pérfice, ut ab utróque terræ vértice una résonet vox: SIT LAUS DIVÍNO CORDI, PER QUOD NOBIS PARTA SALUS: IPSI GLÓRIA ET HONOR IN SǼCULA. Amen.


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FIESTA DE CRISTO REY: ACTO DE CONSAGRACIÓN DEL GÉNERO HUMANO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Su Santidad Pío XI, en Audiencia concedida al Cardenal de la Sagrada Penitenciaría Apostólica el 16 de julio del Año Santo de Nuestro Señor del 1926, concedió 300 días de Indulgencia a cuantos rezaren devotamente esta oración. Indulgencia plenaria al mes, con las condiciones de rigor, cuando se rece durante dicho mes. También se obtiene la Indulgencia plenaria en el Día de Nuestro Señor Jesucristo Rey, el último Domingo de octubre, día en que mandó que había de rezarse.

Esta fiesta litúrgica fue instituida por el mismo Pío XI en 1925 y proclama la Legítima Realeza del Redentor incluso sobre el orden temporal. Decía Pío XI:

"Esta fiesta enseñará a las naciones que el deber de adorar públicamente y obedecer a Jesucristo, no solo obliga a los particulares, sino también a los magistrados y gobernantes (...) Es, además, maravillosa la fuerza y la virtud que de la meditación de estas cosas podrán sacar los fieles para modelar su espíritu según las verdaderas normas de la vida Cristiana".

Juan XXIII abolió las partes en las que se pide por la conversión de los pérfidos judíos y mahometanos, mas a continuación aparece la Oración verdadera:

   ¡Dulcísimo Jesús Redentor del género humano! Miradnos humildemente postrados delante de Vuestro Altar (fuera de la Iglesia o el Oratorio, dígase: ante Vuestra Presencia); Vuestros somos y Vuestros queremos ser; y a fin de estar más estrechamente unidos con Vos, he aquí que, todos y cada uno de nosotros se consagra espontáneamente en este día a Vuestro Sagrado Corazón.
 
Muchos, por desgracia, jamás Os han conocido; muchos, despreciando Vuestros Mandamientos, Os han desechado. ¡Oh Jesús Begninísimo!, compadeceos de los unos y de los otros, y atraedlos a todos a Vuestro Corazón Santísimo.

¡Oh Señor!, sed Rey no sólo de los hijos fieles que jamás se han alejado de Vos, sino también de los pródigos que Os han abandonado; haced que vuelvan pronto a la Casa Paterna, no sea que perezcan de miseria y de hambre.
 
Sed Rey de aquellos que, por seducción del error o por espíritu de discordia, viven separados de Vos; devolvedlos al Puerto de la Verdad y a la Unidad de la Fe, para que en breve no quede más que un solo Rebaño bajo un solo Pastor.
 
Sed Rey de los que permanecen todavía envueltos en las tinieblas de la idolatría o del islamismo: dignaos atraerlos a la Luz de Vuestro Reino.
 
Mirad, finalmente, con Ojos de Misericordia, a los hijos de aquel pueblo, que en otro tiempo fue Vuestro predilecto; descienda también sobre ellos, como bautismo de redención y vida, la Sangre que un día contra sí reclamaron.
 
Conceded, ¡oh Señor!, incolumidad y libertad segura a Vuestra Iglesia, otorgad a todos los pueblos la tranquilidad del orden; haced que del uno al otro confín de la tierra no resuene sino esta voz: ¡ALABADO SEA EL DIVINO CORAZÓN, POR QUIEN HEMOS ALCANZADO LA SALUD! A ÉL SE ENTONEN CÁNTICOS DE HONOR Y DE GLORIA, POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS. Amén.

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D óminus dixit ad me: F ílius meus es tu, ego hódie génui te.  A llelúia.