FESTIVIDAD DE CRISTO REY
Domini Nostri Jesu Christi Regis
ACTUS CONSECRATIÓNIS HUMÁNI GÉNERIS AD SACRATÍSSIMI CORDIS JESU
Jesu Dulcíssime, Redémptor humáni géneris, réspice nos ad
Altáre (Extra ecclesiam vel oratorium, dicitur_: ante Conspéctum) Tuum
humíllime provolútos. Tui sumus, Tui esse vólumus; quo autem Tibi conjúncti
fírmius esse possímus, en hódie Sacratíssimo Cordi Tuo se quisque nostrum
sponte dédicat. Te quidem multi novére nunquam; Te, spretis Mandátis Tuis,
multi repudiárunt. Miserére utrorúmque, Benigníssime Jesu, atque ad Sanctum Cor
Tuum rape univérsos.
Rex esto, Dómine, nec fidélium tantum qui nullo témpore
discessére a Te, sed etiam prodigórum filiórum qui te reliquérunt: fac hos, ut
domum patérnam cito répetant, ne miséria et fame péreant.
Rex esto eórum, quos aut opiniónum error decéptos habet, aut
discórdia separátos, eósque ad portum Veritátis atque ad unitátem fídei révoca,
ut brevi fiat unum ovíle et unus Pastor.
Rex esto, eórum ómnium, qui in ténebris idololatríæ aut
islamísmi adhuc versántur, eósque in lumen regnúmque tuum vindicáre ne rénuas.
Réspice dénique misericórdiæ óculis illíus gentis fílios,
quæ támdiu pópulus eléctus fuit: et Sanguis, qui olim super eos invocátus est,
nunc in illos quoque redemptiónis vitǽque lavácrum descéndat.
Largíre, Dómine, Eccléssiæ Tuæ secúram cum incolumitáte
libertátem; largíre cunctis géntibus tranquillitátem órdinis; pérfice, ut ab
utróque terræ vértice una résonet vox: SIT LAUS DIVÍNO CORDI, PER QUOD NOBIS
PARTA SALUS: IPSI GLÓRIA ET HONOR IN SǼCULA. Amen.
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FIESTA DE CRISTO REY: ACTO DE CONSAGRACIÓN DEL GÉNERO HUMANO
AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
Su Santidad Pío XI, en Audiencia concedida al Cardenal de la
Sagrada Penitenciaría Apostólica el 16 de julio del Año Santo de Nuestro Señor
del 1926, concedió 300 días de Indulgencia a cuantos rezaren devotamente esta
oración. Indulgencia plenaria al mes, con las condiciones de rigor, cuando se
rece durante dicho mes. También se obtiene la Indulgencia plenaria en el Día de
Nuestro Señor Jesucristo Rey, el último Domingo de octubre, día en que mandó
que había de rezarse.
Esta fiesta litúrgica fue instituida por el mismo Pío XI en
1925 y proclama la Legítima Realeza del Redentor incluso sobre el orden
temporal. Decía Pío XI:
"Esta fiesta enseñará a las naciones que el deber de
adorar públicamente y obedecer a Jesucristo, no solo obliga a los particulares,
sino también a los magistrados y gobernantes (...) Es, además, maravillosa la
fuerza y la virtud que de la meditación de estas cosas podrán sacar los fieles
para modelar su espíritu según las verdaderas normas de la vida
Cristiana".
Juan XXIII abolió las partes en las que se pide por la
conversión de los pérfidos judíos y mahometanos, mas a continuación aparece la
Oración verdadera:
¡Dulcísimo Jesús
Redentor del género humano! Miradnos humildemente postrados delante de Vuestro
Altar (fuera de la Iglesia o el Oratorio, dígase: ante Vuestra Presencia);
Vuestros somos y Vuestros queremos ser; y a fin de estar más estrechamente
unidos con Vos, he aquí que, todos y cada uno de nosotros se consagra
espontáneamente en este día a Vuestro Sagrado Corazón.
Muchos, por desgracia, jamás Os han conocido; muchos,
despreciando Vuestros Mandamientos, Os han desechado. ¡Oh Jesús Begninísimo!,
compadeceos de los unos y de los otros, y atraedlos a todos a Vuestro Corazón
Santísimo.
¡Oh Señor!, sed Rey no sólo de los hijos fieles que jamás se
han alejado de Vos, sino también de los pródigos que Os han abandonado; haced
que vuelvan pronto a la Casa Paterna, no sea que perezcan de miseria y de
hambre.
Sed Rey de aquellos que, por seducción del error o por
espíritu de discordia, viven separados de Vos; devolvedlos al Puerto de la
Verdad y a la Unidad de la Fe, para que en breve no quede más que un solo
Rebaño bajo un solo Pastor.
Sed Rey de los que permanecen todavía envueltos en las
tinieblas de la idolatría o del islamismo: dignaos atraerlos a la Luz de
Vuestro Reino.
Mirad, finalmente, con Ojos de Misericordia, a los hijos de
aquel pueblo, que en otro tiempo fue Vuestro predilecto; descienda también
sobre ellos, como bautismo de redención y vida, la Sangre que un día contra sí
reclamaron.
Conceded, ¡oh Señor!, incolumidad y libertad segura a
Vuestra Iglesia, otorgad a todos los pueblos la tranquilidad del orden; haced
que del uno al otro confín de la tierra no resuene sino esta voz: ¡ALABADO SEA
EL DIVINO CORAZÓN, POR QUIEN HEMOS ALCANZADO LA SALUD! A ÉL SE ENTONEN CÁNTICOS
DE HONOR Y DE GLORIA, POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS. Amén.
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